Montar el microscopio fue un gran desafío para mí. Fue duro a veces, de vez en cuando algo no funciona y no sabes por qué, y alinear lentes y espejos puede resultar un trabajo repetitivo… Afortunadamente el resultado vale la pena, y siempre tuve a mi supervisor ayudándome cuando me estancaba 🙂
Pero en balance lo mejor es que aprendí muchísimo. Lo que más me gustó fue, sinceramente, la primera vez que encendí todo el equipo y ví que veía algo, esa satisfacción no tuvo precio. Y la versatilidad que te da trabajar con un microscopio que has construído, que te permite modificarlo en caso de necesidad.
Por supuesto que tuve imprevistos, aprendí que lo que uno diseña sobre el papel o en el ordenador luego siempre encaja al 100% en la realidad… Y que hay que ir modificando las cosas sobre la marcha si se quiere mejorar. Al final lo monté y lo desmonté entero dos veces, hasta que estuvimos satisfechos con el resultado.
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